Zumos, sartenes y DivX de video

Tras horas y horas de lucha sin piedad, finalmente allí se encontraba él, imponente y peludo, sobre la torre más alta que la vista alcanzaba, rugiendo con coraje infinito a los inicuos aviones que sobre él se cernían amenazantes.
-¿Has fregado ya los platos?
Cara de desconcierto. Pausa. Giro de cabeza.
-Ah, hola, estás aquí, no aún no, ahora mismo voy, que quedan cinco míseros minutos.
Giro de cabeza. Cara de interés. Play.
El regio viento de las alturas golpeaba su rostro para quebrarse en él, débil e indefenso cual Mario Bros en Mortal Kombat. Los malintencionados pilotos y sus acompañantes disparaban sobre el enorme gorila sin piedad. La tensión se podía cortar con cuchillo.
-Por cierto, ¿sabes que hay zumo de naranja de ese de marca blanca?
Pausa. Cara de resignación. Giro de cabeza.
-¿De verdad?, vaya, que bien. Sigo un poquillo con esto, que de verdad que ya no le queda nada.
Giro de cabeza. Cara de interés. Play.
Las balas hienden el viento para alcanzar a morder la sibilina carne, los rugidos de rabia y dolor se extienden hasta más allá del horizonte, la sangre se precipita en chorros hacia el vacío. La belleza rubia mira con ternura a la bestia y, aunque no lo dice, piensa que con el enclenque que la espera abajo no tiene ni para empezar.
-Mira, tenemos una sartén eléctrica.
Cara de asesino en serie. Pausa. Tic nervioso, play, pausa. Giro de cabeza.
-Pues, no, desconocía tal gentileza del destino, que bueno que sea así, es uno de los días más felices de mi vida. ¿Crees que dentro de cuatro minutos seguiremos teniéndola? Pues si eso me la enseñas entonces.
Giro de cabeza. Ubicación del ratón. Giro de cabeza. Mirada inquisitiva con correspondiente evasión de la misma. Tercer giro de cabeza en diez segundos. Cara de santo Job. Play.
Finalmente la bestia se desploma sobre la cumbre, tras dar buena cuenta de un par de artefactos voladores, espira sus últimas bocanadas de claro aire antes de expirar. La rubia lo mira pesarosa recordando que todos los tíos que valen la pena son homosexuales o gorilas de ocho metros de ... ummm, estoooo... altura.
-Pues sí, he quedado con Carmina para patinar esta tarde.
Gruñido. Pausa. Gruñido largo. Cara de Aznar en reunión de las FAES. Espasmo nervioso. Giro de cabeza.
-¡¡Por Dios!!, quieres dejarme ver la película, que hace quince minutos que está acabando. Además el pobre bicho este de mierda lleva ya media hora agonizando, joder, deja que se muera tranquilo.
Giro de cabeza. Bloqueo metal para evitar cualquier sonido o cosa que se desplace fuera de la pantalla del PC. Play.
Requiescat in pace gorililla. Que dura es la vida.

Láser y edad

Escasos diez meses han transcurrido desde que eufóricos, mi grupo de mentalmente colegiales amigos y yo (dime con quien andas...) descubrimos las excentricidades ocultas de los “laser games”. Estos suntuosos juegos son desarrollados en salas más oscuras que las cuentas del ayuntamiento de Marbella, repletas de laberínticas e intrincadas paredes, más altas y más bajas, agujeradas y sin agujerear, con un solo rasgo común, un color fosco que adereza el ambiente con la más variopinta colección de hostiazos contra ellas.
El juego por su parte consiste en colocarse un chaleco con sendos círculos luminosos (y fosforitos) en pecho y espalda, digno de Ágata Ruiz de la Prada y asir con cuanta fuerza permitan las sudorosas manos una pistola láser al más puro estilo “V”. Una vez equipado te arrojan al sinuoso y mentado laberinto con el fin de que dispares a cualquier luz que se mueva y que no sea de tu mismo color, sexo o religión, ¿cómo creían ustedes, intrépidos lectores, que había empezado Hittler sus andanzas? Si aciertas al incauto que osó ingenuo cruzarse en tu camino te recompensan con diez puntos, si por contra yerras y el disparo acaba sobre uno de tus compañeros de equipo pierdes cinco puntos. Así va el mundo, ante la duda dispara, siempre hay más que ganar que que perder.
Con esta finalidad pasas veinte minutos saltando y corriendo como un descosido, entre hostiazo contra la pared y pistoletazo en el ojo y acabas sudando más que Zidane en el minuto ochenta y siete y luchando por respirar entre los estertores mortuorios que recorren tu espalda animados por el esfuerzo sobrehumano, o al menos sobreabuelos. Y cuando por fin, exhausto y al borde del infarto terminan los veinte minutos recuerdas apesadumbrado que justamente has ido hoy jueves por la suculenta oferta del 3x2 y claro, ya que has ido... En conclusión láser y edad son conceptos reñidos.
Y ya había concluido (de sacar conclusiones, no de acabar, que sois más cortos de entendederas...) esto cuando me encontré, hace escasos días en la playa con unos amigos que como yo portan la veintimuchas primaveras en estas tierras baldías, tras hacer las cosas propias de la vejez como nadar y bucear un poco acabamos en la orilla haciendo, ya no un castillo sino un simple muro de arena que parase la furia marina en su glorioso esplendor, así pues levemente modifiqué mi conclusión a la ulterior, la seryedad no existe.
PD: Sólo matizar que la edad algo si aporta, y realizamos susodicho muro con una combinación letal de algas y arena, pacientemente aguardamos a ver como se derrumbaba, pero para nuestro estupor esto no sucedió antes que se agotase nuestra paciencia, así marchamos. Dos días después volví a la playa en cuestión, aún pisado en el centro de su estructura, ahí seguía, en pie, en la orilla, entre niños y olas, inamovible, enhiesto, grandioso. Para que digan que ser ingeniero no sirve para nada.