La gran madre patria.

Transcurría un sobrio y sereno jueves tarde, bueno, transcurría un sobrio Yyrkoon en un sereno jueves tarde, pese a todo me apoyaba en la barra del bar deleitándome con una burbujeante cocacola y con la visión de varias mancebas muy bien parecidas… entre ellas. Todas como un tren. De pronto se presentó el demonio en forma de marido de camarera, camarera que también se parecía bastante a alguien. El execrable ser me habló con voz de ultratumba y, sin otro fin que perturbar mi paz, me ofreció el infierno en forma de rata, quería que me quedase con un hámster. "¡¡NUNCA!!" espeté yo, "Ahora que ya he aprendido a cuidar el polvo para que no se me muera.", pese a mi dilatada experiencia juvenil con semejantes seres me negué, "No volveré a tener bichos en casa" me dije, "excepto si vuelvo a casa de mi madre donde las cucarachas ya han aprendido a encender la tele" apostillé. Y con un frío y tranquilo gesto le confirme al demonio mis internos pensamientos. Él, sin siquiera despedirse, se retiró dejándome en la confusa soledad de la espera. Y es que, los hijos de puta de mis amigos siempre llegan tarde.

Transcurría una sobria y serena velada de viernes noche. Nada.

Transcurría la misma noche, y aunque estaba igual de velada, era ya mucho menos sobria. Incansable, el réprobo por excelencia, se acercó por la espalda. Nada que mis borrachos reflejos no pudiesen preveer; me giré raudo ¡AJA!, no me cogerá con la guardia baja, levanté los puños en forma de defensa perfecta a la par que ladeaba el tronco para reducir la posible superficie de impacto… aunque vista mi pancha empiezo a preguntarme si de frente tendré menos superficie… en fin, como decía, levanté mis manos y él, por sorpresa, levantó una caja llena de pequeños hamsters rusos de dos semanas, touché, patá en lo huevos para mí. Tras habilitar un receptáculo adecuado me iba a mi casa con dos de esas pequeñas ratas, y es que aunque te guste el métal (mola más leerlo así) también puedes tener corazoncito.

Presto a tenerlos en el mejor ambiente posible, puesto que debía proveer a los bichos de hogar y comida adecuada, los dejé en la amplia caja, dentro de la bañera, durante el fin de semana para ir el lunes a comprar jaula, comida y juguetes varios, les puse agua en un tapón de whisky y varios trozos de manzana. Me metí en un foro sobre el tema de hámsters enanos (cual no sería mi sorpresa al encontrarme un nick familiar rondando por ahí, ¿eh tú?) aprendí mucho, como que no puede haber dos hamsters en una misma jaula, detalle importante, tenía que regalar uno, bien empezamos. Los tipos de cosas que debes hacer y los que no, las comidas buenas (todos sabemos cuales son), las malas y las regulares, como la manzana, bien seguimos. Era sábado, vivirían dos días más a golpe de manzana antes de abundar en todo lujo.

El domingo los pobres se movían menos que el tío de "Mar adentro", tenían mala pinta la verdad, pero bueno, al menos comían (manzana) y bebían, yo también tengo mala pinta y mientras como y bebo sobrevivo. Lo cierto es que aún eran muy pequeños, suponía que no habían de moverse en exceso… eso suponía hasta que un amigo me dijo que el suyo (de la misma camada) le trepaba por los brazos. Los míos, esforzándose, podían mover las patas de detrás, eran como Terminator al final de la primera película.

Llegó el lunes, bajé a Consum a comprar comida y "tierra" para los pequeños, no había de nada, les compré comida de periquito que había leído que era buena, creo que omitieron la parte de que no la pueden arrancar de las barras para periquitos. Lástima, los veía ya tan joviales y ufanos trinando sobre su rueda. Les subí la comida, uno de ellos se arrastró literalmente hasta la barra de cereales y empezó a morderla, el otro no se movió. Lo puse sobre la comida delicadamente, apenas movió los ojos. Por la noche había muerto. A la mañana siguiente, pese al nuevo zulo-hogar de cinco euros y a la comida nueva el otro también había muerto.

Bueno, al menos ya no tenía que regalar ninguno, hay que ver la botella medio llena. Otro amigo que también había cogido dos ratillas, me dio una de ellas. El joven hámster ruso, llamado Stalin, corre feliz y lozano ahora sobre su rueda y está más gordo que las pelotas de un gorila tras dos meses de abstinencia, supongo que esto cambiará en cuanto le cambie su zulo por la mansión gigantesca que tiene encargada, su supervivencia está asegurada. Quedará siempre en el misterio la causa de la muerte de los otros. Una pena ratil.

Saludos peludos,

Iósif Visariónovich Dzhugashvili

PD: Se "especula" con que la causa de la muerte pudo ser el pegamento que ingirieron al comerse varios trozos de cinta aislante que tapaban unos agujeros de la caja. La llamada, muerte pegajosa.

Historias inconclusas.

Andaba yo por uno de los blogs que frecuento y me encontré con algo interesante, algo que siempre me ha gustado hacer, acabar historias de los demás. Así llegué al blog de la rizos, desconocido para mí. Planteaba “un reto”, ella comenzaba una historia y los nominados tenían que continuarla. Síii, sin dudar pregunté si me podía apuntar, ella me dejó. Luego leí las historias que había ya hechas, por no repetirme y tal. Joder, había algunas muy buenas (otras no tanto), pero no había nivel en mis paupérrimos dedos para igualar alguna de las mentadas. En fin, ya lo había dicho, debería meditar mejor las cosas. Ahí va mi intento, en cursiva la parte que la rizos nos propuso continuar, en … ¿no cursiva?, el resto, si bien no espero que os guste más que las otras al menos sí que os guste un poco.

Se despertó pasadas las once, maldiciendo en voz alta por haberse olvidado de poner la alarma del despertador la noche anterior. Sin encender la luz, casi a tientas, se vistió velozmente y se recogió los rizos en una cola de caballo traviesa.
Subió las persianas de su dormitorio y descubrió un sol inmenso descansando en un cielo despejado y casi estival, por lo que la sonrisa se le escapó entre los dientes sin poder evitarlo.
Hoy tenía una cita, un encuentro que llevaba ya meses deseando, y nada ni nadie podría arrebatarle el cosquilleo alegre de la barriga ni la brillante mirada de Bambi con la que su compañero de piso la vio aparecer por la cocina.
-Joder, tía, parece que hayas pasado la noche retozando con Carlos Baute, menudo careto de felicidad…
-Idiota,- dijo ella llenándose el tazón de cerales sin perder la sonrisa- es que esta tarde he quedado con Juan. Iremos al cine y a cenar.
Manuel dejó caer de golpe el Penthouse sobre la mesa, salpicando de leche a la tetona rubia de la portada.
-¿Con Juan? ¿El chuloplaya ese que me presentaste el mes pasado en la fiesta de tu amiga? Tú estás loca, Amparo. Siempre buscas el amor de tu vida en tíos que piensan con la polla, así te va.
Amparo le sacó la lengua (llena de Frosties y colacao) y respondió:
-Tú qué sabes. Vale que Juan fuese un poco promiscuo en su adolescencia, pero ahora ha cambiado y es un tío súper interesante. Trabaja de locutor de radio y gana una pasta, y encima viaja todas las semanas a los Estados Unidos. Es un tío culto, maduro… y además dice que soy muy sexy, jijijj…
Manuel agarró su revista, la abrió por la página 16 y le acercó a su compañera una foto donde una buena mujer se mimaba a así misma con un consolador de 25 cm, murmurando entre carcajadas:
-Mira, para mí esto también es sexy. El término “sexy” es muy relativo…
No aguantó más. Se levantó de un salto sin mirar a su compañero borrando la sonrisa de su rostro de un plumazo, dejó el cuenco aún medio lleno de cereales en el fregadero y salió de la cocina no sin antes dedicarle un “¡gilipollas!” a Manuel, que siguió tan tranquilo leyendo su revista.
Qué sabría él de Juan, pensaba esa misma tarde mientras terminaba de ponerse el rímel y el colorete frente al espejo del baño. Las personas cambian, incluso ella misma…que hace unos años no hubiese sido capaz de llamar al tío de sus sueños y pedirle una cita. Pero ahí estaba ahora, imponente con su vestido de escote imposible y sus taconazos nuevos. Lista para comerse el mundo.
Cogió las llaves de casa, se puso colonia y bajó veloz las escaleras del bloque cuando vio aparecer el cochazo de Juan aparcando frente al portal.

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Al entrar en el Mercedes el aspecto de Juan la sobresaltó más incluso que el del propio vehículo. Vestía chaqueta cruzada y pantalones grises sobre una camisa de Gucci, aderezado con una fina bufanda negra con finísimas vetas violeta claro a juego con la tapicería. El pelo marrón desteñido le caía sobre los hombros ondeando suave y muy sutilmente sobre una piel impoluta, tersa y bronceada, pero sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, resaltaban aquellos ojos verdes, profundos como fosas abisales y luminosos cual focos de marihuana de interior. Casi cualquier mujer habría tenido que coger las bragas del suelo y secar el asiento antes de darle dos besos. Amparo no era cualquier mujer. Aquello no hizo más que ponerla a la defensiva, y es que era más estrecha que las miras de Jesulín, al menos si pensaba que ellos querían intimar con ella, si era sólo ella la que quería, bueno, eso era otra historia.

Lamentablemente Juan tenía la sutileza más o menos por donde se pasaba la esponja, si hubiese tenido que disimular que no quería follar como un loco debería haberse puesto gafas de sol aunque fuese de noche e introducirse el pene entre las abdominales y el cinturón, siempre llevaba la tienda de campaña a cuestas. Difícil papeleta tenía por delante. Siempre le gustaron los retos. Él sabía de sobra como era ella, en la fiesta del mes anterior ya se estuvo informado; muy a su pesar también sabía como era él.

La noche transcurrió como debía, chistes buenos, ni demasiado fuertes, ni demasiado suaves, igual que el vino de la cena. La cena, buena, ni demasiado empalagosa, ni demasiado picante, igual que la película de antes. La película, bueeeeno, una mierda no empalaga ni pica, pero una mierda es. No se puede pedir todo. Juan, "Un caballero." pensaba ella, "Un caballero empalmado todo el tiempo, pero un caballero. Al fin y al cabo eso no se puede controlar". Al comenzar la velada puso metal clásico, un poquillo de Skid Row, como prometiendo una noche en trayectoria ascendente, como… A la vuelta, para dejarla en casa un poco de mi primo el nano (que no me toca nada y es mi hermano). Tenía Juan una conversación muy fluida y agradable, hablaba de todo y de nada a la vez, cuando María creía que ya no se podía profundizar más en un tema, de pronto se daba cuenta que no había dicho nada, vamos que venía a ser como Esperanza Aguirre. El único fallo de la velada fue un café al que fueron a tomar unos martinis antes de la cena, allí coincidieron con un amigo de Juan, la verdad, igual de agradable que de inoportuno. Se demoraron en demasía para el gusto de ella, por lo demás una noche idílica.

A la mañana siguiente, cuando se levantó, Manuel ya había cambiado la penthouse por la playboy.
-¿Qué tal te fue?
-Muy bien, eres un mal pensado, Juan es un tío increíble, sí que es cierto que quiere sólo follar, pero al menos lo intenta con un estilo diferente.
-¿Entonces te lo tirarás?- preguntó Manuel mirando pícaramente.
-Pues no lo sé, ya sabes que no me gusta que los tíos vengan a eso solamente, quizá en algún tiempo, si veo otros intereses…
-Pues que sepas dos cosas. Uno, no me equivoqué, Juan es un cerdo y hará cualquier cosa, repito, cualquier cosa, por follarse a la que se le meta entre los ojos. Dos, esta vez estás equivocada, estuve moviendo unos hilos anoche y resulta que Juan te quiere para un amigo suyo al que la novia ha dejado. Creo que lo montó todo para que os encontraseis ayer en no sé que lugar. ¿A que os encontrasteis a alguien?
-Bah, tonterías, no puede ser, esta noche hemos vuelto a quedar, ya veremos que pasa.

Al igual que el día anterior, Juan llegó con su cochazo, con su música que apuntaba en sentido ascendente y con su otra cosa ascendente también. Tomaron martinis antes de cenar, pero nadie apareció. Cenaron por el barrio del Carmen, en un local muy acaramelado, pero nadie apareció. Amparo se sintió aliviada, temía tener que darle la razón a Manuel. Vieron la exposición nocturna de Sorolla y tampoco apareció nadie. Juan siguió tan galante como el día anterior hasta que llegaron a la discoteca, allí estaba él. El chico del día anterior. “Maldita sea”, el chico no estaba mal, pero… “Joder, Juan está mucho más bueno y encima es majo y está forrado”. Ángel, el amigo de Juan, se les acopló toda la noche. Juan se perdía mucho rato y les dejaba solos para luego volver con cubatas para todos o con cualquier minucia y excusa. Cuando la noche tocó a su fin, Juan llamó a Amparo y le pidió que le acompañara a casa, debía contarle algo que le hacía sentirse mal. Amparo accedió.

La casa de Juan estaba impecable, todo con mucho estilo delatando su holgada posición económica. A Amparo se le habían subido a la cabeza los cubatas, pidió a Juan que le sirviera otro, este le sirvió agua. “Mierda, no me quiere emborrachar. Tiene que ser ahora”. Cuando Juan apenas había comenzado a decir “Bueno, de lo que quería hablar…” Amparo se lanzó sobre él y le arrancó la ropa, si él no hubiese tenido siempre la polla dura casi habría tenido que violarlo, se la introdujo dentro y comenzó a cabalgarle. Al principio Juan se resistió… muy al principio.

Ella saltó sobre él durante un buen rato. Quince minutos más tarde durante otro buen rato, y media hora más tarde durante un rato más. Apunto estaba de concluir el tercer buen rato cuando, aún dentro de ella y jadeando Juan cogió el móvil y la miró con una avisa sonrisa y marcó. Amparo no daba crédito, pero en éxtasis como estaba no se detuvo. Al parecer, al otro lado de la línea descolgaron. Juan clavó sus ojos en los de ella y sin dejar de jadear le dijo al micrófono.
-Manuel, todo según el plan, eres un amigo. Sí, le diré que se lo advertiste.