Quien me ha visto y quien me beeeeehh.



De todos es bien sabido que lo que me gusta hacer en mis periodos vacacionales es irme bien lejos, allá donde no se me pueda encontrar. Lugares paradisiacos, recónditos y sobre todo innovadores, que escapen de mi rutina de los días de trabajo. Así pues suelo ir variando y estoy ora en el sofá ora en el bar de abajo. No sé muy bien como llegó a suceder, pero al parecer esto no era tan sorprendente como yo creía y mis malvados amigos siempre me encontraban y me obligaban a beber ingentes cantidades de cerveza en contra de mi férrea voluntad. Para evitar estos desmanes que el destino me preparaba, el pasado abril me fui a Tokio. Los amarillos hechos que allí ocurrieron ya serán relatados si hay suerte antes de que se me olviden. En cualquier caso allí nadie me encontró y no tuve que beber tanta cerveza. Lo del sake fue cosa aparte, pero mi objetivo se había cumplido.

Se acerca otro periodo de vacaciones, más corto si cabe que el presupuesto de Bankia, y yo sólo tenía en mente lo mismo de la última vez, huir de la cerveza, huir de la cerveza, huir, cerveza, huir, cerveza. Mi intrépida mente con pasmosa velocidad asimiló los conceptos, huir, cerveza, así que… allá voy, Malta.

No sé, me da a mí que no va a ser aquello especialmente bonito, pero igual me equivoco, en cualquier caso seguro que se bebe mucho, porque entre que toda la cerveza es de Malta y la película aquella de Humphrey Bogart, “El alcohol maltés”, deben ir todo el día pedo los tíos. Además, el ambiente debe estar cargadito, ya es el país con más densidad de población de toda la unión europea, es decir, que supongo que serán espesitos. Al menos hablan inglés, idioma que domino sutilmente más que japonés. Lamentablemente también conducen al revés… esto es por la izquierda, no marcha atrás. ¡Cuánto daño ha hecho Mr Bean!

La historia de Malta no está falta de acción, el hecho de ser un punto estratégico de gran valor como podría ser la calle montera en Madrid o la casa de Chema en barrio Sésamo, le granjeó un doloroso amor-odio para con todo el mundo. Así pues ha sido disputada y gobernada por varias potencias a lo largo de la historia, las potencias de dos, las potencias de once y algunas otras. Su historia bélica reciente nos hace pensar en hitos que se recordarán a través de generaciones como la batalla de Lepanto, donde perdió el brazo el afamado escritor español Don Miguel de Unamano. Más tarde sería ocupada por Napoleón, no sé si la isla entera o sólo Buena parte (que chispa), la ocupó después Mussolini y hasta una vez fue de vacaciones Rita Barberá y entera no, pero la mitad de la isla sí que la ocupó.

Tras unos dimes y diretes entre los ingleses y los spaghettis carbonara, finalmente los ingleses tomaron el control de la isla hasta que el 31 de marzo de 1979, fecha en la que, probablemente provocado por la victoria de Israel en eurovisión, los maltesers se independizaron, y se convirtieron en deliciosas bolas de galleta cubiertas con chocolate. El 1 de mayo de 2004 entró a formar parte de la UE, el 1 de enero de 2008 entró en el euro y probablemente el 1 de enero de 2014 salga de él (si es que queda algo de donde salir).

Digno de mención es también el tema de la religión. Al parecer son más de votos que Rajoy en época de elecciones. Hasta hace bien poquito, tal que el año pasado, el divorcio estaba prohibido. Sigue estando prohibido, para mi desdicha, el topless en toda la isla y es que así no hay manera de pasárselo teta. En las peleas se reparten hostias consagradas y hasta el Don Simón se considera sangre de Cristo. Supongo que de Cristo con leucemia, disentería o algo similar, pero así están las cosas.

Así que bueno, allí me voy a disfrutar de sus paradisiacas playas de rocas afiladas como cuchillos de shusi y de esos agradables 43ºC que se alcanzan en agosto y para los que va a venir de perlas el tiempo limitado de aire acondicionado que nos dan en nuestro lujoso hotel. Por cierto que dicen que los hoteles allí, para hacerte una idea de donde vas a ir hay que quitarles un par de estrellas, así que el nuestro debe ser de una estrella y se ve que se la dieron porque les sobraban pegatinas. Vamos, que más que de vacaciones me voy a hacer un curso intensivo que espero me sirva bien para cuando San Pedro me mande de cabeza al infierno.

Saludos esmaltados,

Tío Yyrkoon.

Mí no comprender.

Yo, además de un ser excepcional e increíblemente atractivo, soy, digámoslo todo, no muy ducho en lo que a cuestiones económicas se refiere. Por muy ignorante que sea, lo de la economía viene a ser como lo del fútbol, todos creemos saber como habría que entrenar a cada equipo y la alineación adecuada. Lo peor de todo es que en muchos casos es cierto que lo sabemos aunque debamos asumir que el entrenador de verdad lo sabe mejor. El símil se nos va al carajo cuando sabes que el entrenador ha estudiado para ser, oh sorpresa, entrenador; así como las dos últimas ministras de sanidad han estudiado para ser… ups espera, sociólogas. Así podríamos ejemplificar ministerios hasta la extenuación. Fuere como fuese, como decía el amigo Eastwood, “las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene una”. He aquí la mía.


Según el INE, la cifra actual de población activa en España es de unos 23 millones de personas. Puntualizamos que población activa se refiere a las personas que están en edad de trabajar y no a aquellas que quieren trabajar en lugar de cobrar subvenciones cuyo número sin duda sería mucho menor. Bien, esto hace un total de 17,433 millones de personas con trabajo y cotizando. Si independientemente del aporte de cada persona a las arcas públicas destinásemos los 100.000 millones de euros del rescate a repartirlos entre toda la gente que cotiza saldríamos a la nada despreciable cantidad de 4.300 eurazos por cabeza. ¿Solucionaría esto algo o nos quedaríamos igual?

Especulemos. ¿Qué haría la gente con dicho dinero? En un porcentaje, yo diría que cercano al 100% ese dinero acabaría en un banco, bien en forma de amortización de hipoteca, de eliminación de deuda, de inversión en esto o lo otro, o bien simplemente en forma de ahorro personal. Esto nos da unos bancos recapitalizados y unos trabajadores con menor deuda contraída o con más ahorros, en ambos casos produce un mayor poder adquisitivo.

En la otra parte de la balanza tenemos a las PYMES. Una PYME de unos cuantos “accionistas”, digamos cuatro por ejemplo, dicha empresa podría tener una inyección de capital de más de 17.000 euros, esto les ahorraría tener que pedir créditos durante un corto periodo, pero ya es algo, sin duda evitaría el cierre de muchas de ellas. En cualquier caso, con las entidades bancarias recapitalizadas estas ya estarían en condiciones de volver a prestar capital; esperemos que sin aceptar inmobiliario como aval…

No dan para mucho 4.300€ tampoco, no nos engañemos, pero jóvenes que no encuentran trabajo decente y que están subsistiendo con trabajos basura podrían, asociándose o sin hacerlo, lanzarse a emprender, generando así más puestos de trabajo todavía y reactivando toda la economía.

Por último, poniéndonos en la peor tesitura posible, están aquellos que seríamos muchos que no haríamos sino malgastar dicho dinero, es decir, consumir. Una inmensa inyección de capital a los necesitados mercados de consumo, esto da dinero a las empresas que necesitan producir más y por tanto más empleados.

Si todo esto lo aderezamos con el hecho de que, con los mercados más estables, menos paro y más cotización, probablemente no sería necesario subir el IVA ya que la subida ya realizada de los impuestos directos sería mucho más eficaz ya que habría muchos más trabajadores, entonces tenemos aún más consumo que genera aún más dinero. Ese extra se puede usar para fomentar la creación de PYMES, legislando para ahorrar cotizaciones a los emprendedores, esto genera más empresas que generan más trabajo que genera más dinero que blablablá.

Quizá los desempleados se quejarían por no poder coger parte del pastel, pero bueno, supongo que por muy enfadados que estuviesen, cuando esta medida se convirtiese en trabajo para ellos y de nuevo dinero en su casa lo verían con otra óptica.

Obviamente mi teoría tiene algún punto que no es correcto, pero yo no puedo verlo. Lo estuve comentando con un amigo economista para que me sacase de mi error, pero el tampoco supo ver el fallo. ¿Alguien, por el amor de Iniesta, puede decirme o dónde me estoy equivocando o por qué coño no lo hacen?

Esta es una de las mil soluciones que veo, pero en general el resto ya están bastante debatidas.

¡¡Qué alguien me diga dónde demonios me equivoco!!

Me gusta la algarabía que produce la poesía.

Me he encontrado por ahí, en unos de mis ilustrativos viajes al fondo de la red, un fantástico poema que ha sido atribuido a Fray Junípero Serra por nuestros siempre bien informados medios de comunicación, pero que al parecer, finalmente es de un ultrafacha muy saleroso llamado Yoqueséque Aguilar. En cualquier caso está muy bien el poemilla y quería compartirlo con vosotros, para que lo disfrutéis y para demostrar que aunque todos los ultrafachas son unos hijos de puta, al menos no todos son gilipollas perdidos.

Ahí va eso:

Hijo mío, por favor,
de tu blando lecho salta.

Déjame dormir, mamá,
que no hace ninguna falta.

Hijo mío, por favor,
levántate y desayuna.

Déjame dormir, mamá,
que no hace falta ninguna.

Hijo mío, por favor,
que traigo el café con leche.

Mamá, deja que en las sábanas
un rato más aproveche.

Hijo mío, por favor,
que España entera se afana.

¡Que no! ¡Que no me levanto
porque no me da la gana!

Hijo mío, por favor,
que el sol está ya en lo alto.

Déjame dormir, mamá,
no pasa nada si falto.

Hijo mío, por favor,
que es la hora del almuerzo.

Déjame, que levantarme
me supone mucho esfuerzo.

Hijo mío, por favor,
van a llamarte haragán.

Déjame, mamá, que nunca
me ha importado el qué dirán.

Hijo mío, por favor,
¿y si tu jefe se enfada?

Que no, mamá, déjame,
que no me va pasar nada.

Hijo mío, por favor,
que ya has dormido en exceso.

Déjame, mamá, que soy
diputado del Congreso
y si falto a las sesiones
ni se advierte ni se nota.
Solamente necesito
acudir cuando se vota,
que los diputados somos
ovejitas de un rebaño
para votar lo que digan
y dormir en el escaño.
En serio, mamita mía,
yo no sé por qué te inquietas
si por ser culiparlante
cobro mi sueldo y mis dietas.
Lo único que preciso,
de verdad, mamá, no insistas,
es conseguir otra vez
que me pongan en las listas.
Hacer la pelota al líder,
ser sumiso, ser amable
Y aplaudirle, por supuesto,
cuando en la tribuna hable.
Y es que ser parlamentario
fatiga mucho y amuerma.
Por eso estoy tan molido.
¡Déjame, mamá, que duerma!

Bueno, te dejo, hijo mío.
Perdóname, lo lamento.
¡Yo no sabía el estrés
que produce el Parlamento!