Voy aprendiendo el oficio, olvidando el porvenir. Me quejo sólo de vicio…

Maneras de vivir.

En diciembre me despedí de mi trabajo cobolero, opinaba, como casi siempre con razón, que nos pagaban mucho menos de lo que merecíamos y además, en mi caso particular, era la puta de todos, me tenían saltado de aquí para allá, de un departamento a otro cual pulga puesta de speed. Esto tenía varias lecturas, o bien soy tan malo que no me querían fijo en ninguna parte o bien soy tan macho que valgo para cualquier cosa y les gustaba tener un comodín.

En una gran mayoría de los aspectos de mi vida tiendo a ser pesimista y ver la botella medio vacía (y normalmente me bebo la otra mitad así que o la veo vacía del todo o no la veo de la cogorza), afortunadamente lo que es seguro del todo es que soy todo un campeón haciendo entrevistas, la verdad, no recuerdo la última entrevista en la que no me cogieron. Así pues me fui del cobol para retornar al apasionante mundo de la orientación a objetos con un sueldo ya más decente. Tres meses más tarde, con la constancia que me caracteriza, ya me había cansado así que me puse a buscar de nuevo. Siguiente entrevista, siguiente trabajo.

Estoy cobrando un 175% del sueldo que cobraba hace escasos cinco meses, aún no me han pagado el primer mes y ya me parece poco, no puedo por menos que preguntarme si esto terminará alguna vez, quitando el funcionariado no creo que exista el trabajo perfecto, y este mentado es perfecto porque no es trabajo. Manda webs.

En todo caso esto venía por una pequeña anécdota que me sucedió mi tercer día de trabajo. Jueves noche, tras ardua lucha con mi inquebrantable fuerza de voluntad me convencen para que baje a cenar. Tras un segundo asalto me convencen para tomar unas copas. En el asalto doce, después de incontables cubatas (incontables porque yo ya no podía contar) gano yo y como una cuba me voy a casa allá a las tres y pico de la mañana (me levanto a las siete); bueno, cosas peores he hecho.

7.10am hora zulú. "De príncipes azules y princesas" del Chivi comienza a sonar en mi móvil (muy agradable el Chivi como despertador, lo recomiendo), me levanto como buenamente me permiten mis temblorosas piernas y repto hasta la ducha, me acicalo convenientemente y limpio, salubre y perfumado acudo a la parada donde me recogerá el bus de Ford para llevarme al tajo. Sólo mis enrojecidos ojos me delatan levemente. Cojonudo, nadie se enterará de mis escarceos amorosos con la noche levantina.

7.30am. Al llegar a la parada me encuentro con mis afables compañeros, uno de ellos con una botella de litro y medio de agua y las gafas de sol metidas hasta las cuencas oculares, "estoy destrozado, he dormido escasas tres horas" le comento. Un gruñido gutural se dibuja en mis oídos intentando articular "yo salía a las 6.15 del Pachá". Guay, los hay más golfos. Reventado me recuesto en el bus buscando mi postrero sueño reparador antes de ver a los jefes. En mitad de mi sopor… "¡¡Una bolsa, una bolsa!!", por la rendija entreabierta de mi ojo derecho veo como el elemento subversivo vomita en medio del bus y en medio de mi pierna. Al cuerno con mi coartada.

A Dios gracias me tocó poco, a Dios gracias fue agua lo vomitado, sin color ni olor alguno, pero como suponéis no agradable en demasía. Como única represalia digna decidí dedicarle un poema y reenviarlo a todo el mundo que se me ocurrió, incluyéndolo a él, excluyendo a los jefes. Me despido con mi obra lírica maestra. Titulada, en honor a su vasco nombre "Oda a Goitikatu" (que significa vomitar en euskera). Saludos cordiales.


Oda a Goitikatu


Estaba la noche avanzada
y el trabajo le aguardaba,
decisión no muy pensada,
quedarse tirando baba
en la muy borrosa pista.
Ni el mejor malabarista
llega a motar ni un Ford Ka,
en la entrada del Pachá.

Así pues tras largas horas,
de cubatas y sudor,
derrotado y sin honor
y lejos de admiradoras,
con las entraña revueltas
intenta buscar las puertas
aunque tarde y a deshoras.

El sol en el horizonte
y él allí cual polizonte
esperando naufragar,
pues pocos minutos restan
para que al llegar al lar
pueda el pobre descansar,
y esos sobacos que apestan
queden prestos a airear.

Tras media hora de sueño
y próximo al patatús,
con perfil nada halagüeño,
parte hacia el autobús.

Botella de agua en mano
y sendas gafas de sol,
con vitalidad de anciano
llega este macho español.

Se recuesta cabizbajo,
mareado y sin aliento,
pero conoce un atajo,
que reducirá el tormento...

If you want to keep your smell
you should realize what I tell
'cause even worse than a nuke
is to finish under a puke.