Tres de morro de cerdo para los reyes elfos bajo el cielo.

No largo tiempo ha transcurrido, dos años más o menos, desde mi época de estilizado practicante de kung-fu hasta mi actual condición de gran bola de camembert frito con mermelada de arándanos. No exagero cuando digo que estaba delgado (para los que me han conocido en el último año) y no exagero cuando digo gran bola de camembert frito (para los que hace más de un año y medio que no me ven). Nunca fui muy dulce, sino más bien tirando a bastardo indomable, así que sí exagero con lo de la mermelada de arándanos, pero a decir verdad, no viene al caso así que olvidémoslo.

Desde que volví de Edimburgo estuve buscando algo con lo que abrigarme, así que encontré, al módico precio de mi libertad de movimientos y una mísera década de mi vida, un fantástico abrigo de veinticinco kilos de grasa, y me regalaban la hipertensión oiga, un chollo.

Vamos que he pasado a formar parte de este bello y verdoso colectivo que son los orcos de Gordor, que se pasan el día comiendo elfos rostiditos en el monte del destino, allá en el este, donde se extienden las cintas de bacon. Con la birra única, para emborracharlos a todos, en las tierras de Gordor, donde existe tal maldad que no ponen jarras heladas para la cerveza oscura (Guinness supongo), sobre el ebrio oscuro, para unirlos a todos y atarlos al colesterol y enfermedades cardiovasculares. Que cuando nuestro héroe, Emilio Aragorn, quiera conquistar Gordor los hace correr diez metros y la palman del infarto. Bueno, pues en eso me he convertido. Y es que la grasa, como el anillo, es una pesada carga.

Que irónica la vida, llevo con complejo de gordo toda ella y sólo me doy cuenta de que no lo estaba ahora que sí lo estoy. Si dijese que mi nuevo estado me traumatiza igual estaría diciendo demasiado, pero la verdad si me preocupaba y supongo que como cualquier integrante del colectivo de caballeros fornidos (gracias Hommer) me había propuesto enmendarlo, supongo que como el 90% de dicho colectivo no había hecho nada para llevar a buen término tal hito.

Bien, hablemos de mi novia, digamos que a ella le sobran aproximadamente unos 4 ó 5 kilillos, es decir, supongo que como a la mayoría de la gente. Le gusta hacer deporte y cosas que requieren movimiento y traspiración, cosas que yo evito aunque, paradójicamente, deba moverme y traspirar para evitarlas. Pues la muy "maja" ha decidido de forma cuasi unilateral nuestro viaje de este verano. Nos vamos a los picos de Europa, hasta ahí bien. Hemos contratado para bajar el Seia (o como se escriba) en canoa, iremos a caballo, haremos barranquismo y patearemos el suelo hasta dejarlo sin sentido por la ruta del Cares.

Voy a morir. Eso sí, antes de todo eso a modo de venganza y en un postrero intento de librarme del sudoroso viaje le he regalado un salto en paracaídas para este domingo, a ver si hay suerte y no tengo que ir a cansarme. En cualquier caso, para no ir de boya en la piragua, que me den un edonkey porque el caballo no pueda conmigo y sobretodo para poder bajar el barranco sobre dos piernas y no rodando cual Steven Spielberg, he decidido comenzar mi entrenamiento, si no para volver a ser el mismo íncubo de sobrenatural hermosura que era antes, al menos para poder subir al sexto piso por las escaleras sin fenecer en el intento. Ayer empecé, las agujotas me están matando, a ver si llego a coger un poco de forma para el asalto a Alcatraz.

Dolorosos saludos,

Tío Yyr.

2 comentarios:

Fle dijo...

Ánimos, suertes y bollos bajos en calorías!

Yyrkoon dijo...

No soy muy de bollos, mi principal fuente energética es la cerveza. Lo de la suerte no lo entiendo, pero los ánimos para conservar la constancia van a venir francamente bien. Se agradece.

Sólo comentar a mis poco asiduos lectores (ósea nadie, porque mi abuela no tiene Internet que si no…) que ya he superado sin dificultad la fase agujetil, ahora todo es coser y cantar.