La mansión de los Button.

La luz de la vieja lámpara parpadeaba insistentemente con clara intención de apagarse para siempre, esto hacía de la habitación una titilante y tétrica penumbra. Las purpúreas cortinas danzaban al son del gélido viento que se colaba por la rendija de la ventana ululando con la suavidad de la muerte.

Jules avanzó en la oscuridad y el silencio, este último sólo roto por los crujidos tenues de los tablones carcomidos del viejo caserón de la familia Button. El rastro de sus pisadas quedaba marcado en el polvo del suelo y de la eternidad. Sin duda aquel polvo llevaba allí tanto tiempo como la más vieja de las almas del cementerio exterior. Si le hubieran pedido a Jules que dibujase el más terrorífico escenario que su mente pudiese imaginar, al lado de aquella mansión ese dibujo habría parecido un claro lago transparente con unicornios bañándose bajo un arco iris.

Jules siempre se había considerado un hombre valiente y escéptico, conocedor de la realidad, sin embargo había algo en aquella casa que le ponía la piel de gallina. No sabía el que era, si bien era cierto que no era especialmente encantadora y tendía a siniestra no había nada que le llevase a pensar que allí había algo que temer. De hecho, más bien todo lo contrario, era como si no hubiese algo que sí debería haber. Conocía bien las historias que corrían sobre aquella mansión, las había estudiado a fondo y como experto tasador debía comprobar su veracidad antes de ponerla en venta, más si cabe teniendo en cuenta que su próximo propietario sería el nuevo alcalde. Dicho alcalde había sido elegido en las votaciones más corruptas conocidas en aquel nórdico pueblo. Irónicamente se decía que votaron hasta los muertos.

Nada más poner Jules el primer pie en la habitación, la vieja bombilla dio su último estertor y quedó en la sombra para no volver a iluminar jamás. Jules se acercó a la ventana dejando que sus dedos rozasen las antiguas estanterías de la biblioteca mientras avanzaba, sentía su ruda textura plagada de astillas y se empapaba de la sabiduría que emanaban, la sabiduría de una eternidad, la sabiduría que contenía más de una vida impresa en centenarias hojas de papel.

Retiró las cortinas y dejó que se filtrase mansamente la luz de la luna, atravesando los ennegrecidos cristales. El sonido de viento le estaba poniendo nervioso así que cerró bien la ventana y el silencio que cayó sobre él al cesar el ruido del viento le hizo estremecer. Casi lamentó haber encajado tan bien el postigo. El rayo de luz que surgió de su linterna dio algo de paz a su acelerado corazón y ya, más calmo, se dedicó a tomar medidas y a valorar las muchas antigüedades que poblaban la estancia. Bustos atemporales, muebles esculpidos por los más refinados ebanistas, tapicerías de época y polvo de la era. Por más que se hubiese calmado, por más que hubiese desaparecido el absurdo sentimiento de temor que anteriormente le había sobrevenido, aún seguía notando que allí faltaba algo, que no había algo que debía estar. Repasó su inventario una y otra vez pero no fue capaz de encontrar nada significativo y de nuevo el silencio y el crujido inerte de los tablones comenzó a hacer mella en su coraje. Desistió.

De pronto, cuando ya se disponía a volver a su cuarto, escuchó un fuerte chirrido en el exterior. Casi complacido por la ruptura del apabullante silencio se acercó a la ventana raudamente. Sólo vio un viejo y oxidado columpio meciéndose furiosamente al son del infernal viento. Por unos segundos se encontró hipnotizado observando el columpio y las lúgubres lápidas tras él, observando la noche tras el velo de suciedad del ventanal. Así permaneció un tiempo indeterminado.

Una roca del tamaño de un puño le sacó de sus meditaciones. Rompió la ventana y le golpeó en la sien. Jules trastabilló varios pasos hacia atrás chocando estrepitosamente contra las ciclópeas estanterías y fue a dar de bruces en el suelo. Tras él, precipitado por el impacto, un libro cayó aparatosamente sobre sus manos. Presto sacó de nuevo su linterna y alumbró el tomo, “La mansión de los Button” se titulaba. Había leído escasas tres páginas cuando se dio cuenta que ya había encontrado lo que faltaba en aquella habitación. Aquel mamotreto contenía la sabiduría de más de una vida impresa en centenarias hojas de papel, contenía mucho más que una vida, contenía su vida. Jules no era más que un libro que antaño quedó cerrado.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Yyrkoon, no entiendo porque no escribes más, podrías llegar a se un buen escritor.
Besitos

Yyrkoon dijo...

Querido anónimo:
Supongo que tiendes a ser mi progenitora, en cualquier caso no importa, no me gusta poner por aquí mi nombre, trata de evitarlo, Yyrkoon, cazurro, patán y otros sinónimos serán bienvenidos.
He imitado tu post sustituyendo mi nombre por "Yyrkoon", como eras anónimo era fácil.
En cuanto llegar a ser un buen escritor, sí, es posible que lo consiga... sí, cuando Rajoy llegue a ser un buen político...

Anónimo dijo...

Entonces no lo coseguiras nunca. El comentario no es de tú progenitoria.

Miriam dijo...

No iba a poner ningun coment hasta que lei los 3 que hay.

Yyrkoon, si me lo permites, a veces pareces tnnnto.

No llegarás nunca a ser "buen escritor". Eso está fuera de discusión. YA ERES buen escritor. Hace muuuuuuucho que YA eres: Escritor.
El tema es que te niegas a cualquier posibilidad en esta vida que no te produzca dolor o perjuicio al final. El triunfo está bien, ¿verdad? pero debe ser amargo, debe doler.

Por mi bien. Mientras los "malos" escriban, y los "buenos" se claven el lapiz en la mano, yo tengo el camino libre.

La verdad, es que me encantaría tener competencia firme. Eso me haría aun mejor.
Pero está visto que no la tengo. Triste.

Miriam dijo...

Posdata: yo tampoco soy tu progenitora. :P

Yyrkoon dijo...

jajajaja, veo que tu ego al menos sigue bien. Me alegro :-)

Hazte un blog, seguro que te queda bien, un poco psicótico en plan tú, pero chulo. Seguro que te divertías.

Miriam dijo...

Se que mi blog sería soberbio y arrasaría (ya te digo, si es que, no tengo rival, que le voy a hacer).
Lo que ocurre es que tengo muchas historias geniales por escribir como para dedicar mi valioso tiempo a un blog.
Esa es la suerte que teneis los demás.

PD: ¿ego yoooo? no se por qué lo dices ^_^